Escrito por: Laura H. Zamudio Garzón – Universidad de los Andes, Colombia
“El color es un hecho autónomo que existe sin necesidad de la forma” Carlos Cruz-Diez
Resulta fascinante pensar que el fenómeno físico y sensorial del color es un punto de contacto entre el arte y la ciencia que permite vivir una experiencia estética. El color es uno de los elementos formales que pueden configurar la composición artística y actúa como un lenguaje visual capaz de transmitir emociones, conceptos y narrativas. Bajo estas consideraciones, la exposición Cromofilia del artista venezolano Carlos Cruz-Diez, expuesta en el Museo de Arte Moderno de Bogotá – MAMBO, es no solo una exhibición de gran parte de su obra de arte cinético, sino que es también un homenaje a su vida y quehacer artístico, dado que se conmemoró en el 2023 el centenario de su natalicio.
La exposición ofrece una visión panorámica robusta de la obra de Cruz Diez y, al mismo tiempo, invita el espectador a verse inmerso en el arte cinético y en la exploración del color, tal como lo hizo el maestro caraqueño. Por un lado, Cromofilia reúne piezas que hacen parte de series como Fisicromías (comenzada en 1959) o Transcromías (comenzada en 1965) y son ellas el resultado de un trabajo que se preocupa por entender el color como un fenómeno físico. Además, en la exposición los visitantes también se podrán encontrar con la gran instalación Ambiente cromointerferente (1974-2019) y de la cual pueden ser partícipes para experimentar de primera mano la creación del color en sus múltiples tonalidades.
Cruz-Diez, vida y obra
Carlos Cruz-Diez (Caracas, 1923 – París, 2019) fue un artista venezolano, considerado uno de los máximos exponentes del arte cinético y la cromosaturación. Su extensa trayectoria, que abarca más de seis décadas, se caracteriza por una profunda exploración del color como fenómeno físico y su interacción con el espacio y el espectador. Cruz-Diez inició su carrera en la década de 1950 con obras figurativas, pero a finales de los 50 su interés se centró en el color y la luz. Justamente, de este giro creativo surgieron sus icónicas series Fisicromías y Transcromías, donde líneas finas de color o capas transparentes crean efectos vibrantes y cambiantes que dependen del movimiento del espectador.
Por otro lado, “Además de haber sido un ideólogo del cinetismo en el arte, al concebir las obras como experiencias participativas y no solo contemplativas, Cruz-Diez fue también pionero del intervencionismo urbano, movimiento artístico que desde los setenta impulsó obras fuera de los circuitos comerciales y de los museos, para ampliar el espectro del arte al servicio de la sociedad.”(1) En ese sentido, el artista venezolano mostró no sólo una preocupación artística personal que abarcaba la experiencia sensorial del color compartida con un espectador, sino que también fue una figura clave en la historia del arte del siglo XX que se preocupó por pensar un arte más allá de las fronteras institucionalistas.
“El fundamento para la invención del arte es el espacio; la obra ha de ser un ente viviente, y para poder percibirla uno ha de desplazarse” – Cruz Diez
Color y espacio: una experiencia sensorial
La obra del artista es una apuesta disruptiva que rompe con los parámetros canónicos que establecen cómo debe ser la correcta apreciación de una obra de arte. Es más, el trabajo mismo de Cruz-Diez desafía la concepción de “obra de arte” al ser, por un lado, no figurativa y, por el otro, inmersiva. De la misma manera, la obra del artista puede ser un desafío para un espectador que, en vez de observar con quietud, tiene que activar físicamente su cuerpo para poder experimentar el color en las obras de arte y toda la experiencia sensorial que implica estar dispuesto a ver la aparición de los colores por medio de la luz.
Por ejemplo, cuando tuve la oportunidad de visitar Cromofilia me encontré con cuadros grandes que, a grandes rasgos, parecen no decir mucho más allá de presentar física y materialmente el color. Sin embargo, a medida que iba recorriendo el espacio en el que estaban dispuestas ciertas obras de la serie Fisicromías estas se convertían en una especie de materia viva activada por medio de la interacción que tuve con ellas. Sin mi desplazamiento no habría sido capaz de observar los cambios de color y, en consecuente, no me hubiera percatado de la creación de nuevos colores que se presentaban ante mis ojos y mi cuerpo.
De la misma forma que con las Fisicromías, o quizá de una manera mucho más envolvente, estar sumergida en la instalación Ambiente cromointerferente fue toda una experiencia que trascendió el mero ejercicio pasivo de observación artística y se convirtió en un ejercicio interactivo que involucró, además de la observación, una disposición corporal particular que estaba en diálogo con el espacio. Por un lado, al ser la instalación un espacio cerrado y casi que aislado de las salas del museo entrar en ella se sintió como entrar a un mundo en el que solo se existía junto al color. De hecho, el color era también las personas presentes en la instalación ya que sobre nosotros y sobre todo objeto puesto en el espacio se podía observar los juegos de colores que se movían fugazmente.
Interacción y viralidad: ¿la obra como espacio de encuentro y afirmación?
Curiosamente, mi visita a la exposición coincidió también con la visita masiva de varios y varias espectadoras que, al igual que yo, deseaban ver la obra del caraqueño. Fue sorprendente ver cómo tantas personas -seguramente cien o un poco más durante el recorrido que hice- observaban el trabajo del artista. Pensé, además, en que casi todos tomábamos fotos de las obras y la interacción corporal que se tenía con el espacio también estaba siendo documentada por las cámaras de los celulares de cada visitante. La interacción rápida que percibí de los y las espectadoras para tomarse fotos con las obras y en el espacio me sugirió preguntarme el porqué de este acontecimiento. De hecho, fue casi que un acto mecánico el fotografiar el espacio, el color, las obras y la experiencia misma de estar presente en el Museo.
Cromofilia invita a pensar en las posibilidades infinitas que se construyen a partir del color y su experimentación física y sensorial pero también abre las puertas para dialogar sobre la interacción inmersiva que puede surgir entre el espectador y la obra de arte. Cruz Diez nos invita a ser parte activa de su obra y propone un acercamiento distinto con el arte el cual deja de ser distante y pasa a ser enérgico. Bajo el marco de esta exposición, la experiencia del público estuvo mediada por una concepción de un arte altamente participativo y valdría la pena ahondar en la pregunta sobre cómo influirá esta forma de experimentar el arte en las futuras exposiciones y en la relación entre el público, los artistas y el museo.
Referencias:
Fotografía de Gregorio Diaz. Cortesía del Museo de Arte Moderno de Bogotá.